Ajúa, Rayados

¡Ajua, Rayados!
Se imponen 2-1 a los Tigres para tomar la supremacía en los Clásicos

Ganó el que que los «tuvo más puestos», el que más quiso la victoria… y perdió el que buscó no perder.

Monterrey se impuso 2-1 a los Tigres, en el Clásico 77, y al silbatazo final festejó como si hubiera ganado un campeonato, en el reflejo de una pasión que se ha incrementado en los últimos torneos.

«We are the Champions» se escuchaba en el sonido local, mientras el equipo se dirigía hacia la tribuna de La Herradura para festejar con La Adicción, provocando que aficionados jóvenes invadieran la cancha y que algunos fueran detenidos.

Un feliz Luis Pérez mostraba la huella de un beso en la mejilla, el portero Christian Martínez sin camisa, entregaba sus guantes a un par de aficionados, y otro intentaba arrebatarle el pantalón corto.

Pérez, a los 57′, había escrito el 2-1 con un disparo de zurda que se incrustó a la mano izquierda del portero Édgar Hernández, para cimbrar un Estadio Tecnológico, lleno en su mayoría por aficionados rayados.

Los Rayados se adelantaron desde el minuto cuatro, cuando Julio César Pinheiro sirvió desde la izquierda y Alex Fernandes remató de cabeza para hacer el 1-0. Fue su primer gol tras un año lesionado de la rodilla izquierda.

El duelo se presentó como se esperaba, con un Monterrey buscando ir al frente, aunque sin regalarse atrásdo, y un Tigres plantado atrás, acechando el contragolpe.

El empate llegó muy rápido, porque Christian Martínez derribó a Alex Fernandes en el área y Walter Gaitán, a los 12′, ejecutó el penalti, para el 1-1.

La primera parte presentó pocas opciones claras. A los 35′, Alex sacó un disparo suave a las manos del arquero Édgar Hernández, y enseguida Martínez sacó con apuros un cabezazo a Silvera.

Los Tigres se marcharon al vestidor callados para el medio tiempo, mientras el capitán del Monterrey, Jesús Arellano, hablaba con sus compañeros en el mediocampo. En su lenguaje verbal y corporal dentro de la cancha, se vio más conectado al equipo albiazul.

Al arranque del complemento, los Rayados tocaron la puerta. Édgar Hernández atajó, a los 49´, un disparo de media distancia de Felipe Baloy, y un minuto más tarde desvió un tiro de Arellano que iba al ángulo.

Enseguida, Tigres pisó algunas ocasiones terreno rayado, pero sin acercarse al gol, hasta que vino el tanto de Pérez, a quien le quedó un balón rechazado tras una internada de Guillermo Franco.

El partido subió de intensidad en la cancha y en la tribuna, mientras que Leonardo Álvarez, técnico felino, mandaba al delantero Sabastiao «Didí» Pereira por el volante de contención, Jesús Palacios, pero el brasileño erró todo lo que tomaba. Fue un mala decisión haberlo mandado al terreno.

Pero los felinos nunca tuvieron claridad en el ataque, y el Monterrey respondió enviando al Joel «Chícharo» González al mediocampo por Alex, para mantener el balón y apostar ahora el contragolpe.

Mientras el reloj recorría los últimos segundos, miles de fanáticos albiazules agitaban los brazos pidiéndole al árbitro Germán Arredondo el final del partido. El portero Martínez, en su área, los alentaba.

No resultó un partido espectacular, como en el papel se presentaba, pero el triunfo se quedó con el que más lo quiso…por ello el técnico albiazul, Miguel Herrera, no entró al vestidor hasta que recibió al último de sus jugadores para felicitarlo en la puerta.

Está claro… un Clásico se gana con el corazón, más que con buen futbol.

Por César Vargas
[elnorte.com]